Hermosa Alma Dañada

Miguel era el cura de la parroquia de Santo domingo, pero lo conozco desde hace mucho tiempo antes que eso, y sé que tomo los hábitos después de haber atravesado uno de los dolores más inmensos que un padre puede atravesar.

Claro que nunca pudo dejarlo atrás, y comenzó a beber y a usar algunas drogas que lo ayudaban más que toda la cristiandad.

—Este es un trabajo como cualquier otro —solía decirme— Te paras frente a todos, rezas un poco y al carajo.

Miguel, además, no creía mucho en nada de lo que debía predicar como la verdad absoluta.

—¿Qué importa lo que crea? —decía también— Hago lo mismo que hacen los demás. Estoy en esta capilla de mierda ayudando a indigentes que no se han bañado en días. Hasta la madre Teresa era atea ¿de qué me acusas? Deberían nombrarme cardenal.

Reconozco que no ponía mucho empeño en su trabajo, pero quería hacer bien las cosas y su congregación lo apreciaba. Eso es lo que importa ¿no?

He asistido a sus misas algunas veces y varias veces pedí que me confiese.

Padre confieso que he pecado.

Todos nos mandamos cagadas, que le vamos a hacer. ¿Trajiste falopa?

Después de la “confesión” generalmente nos daba ganas de charlar, y nos quedábamos horas hablando de religión, recostados en las largas bancas, sin hambre y sin sueño. 

—Creo que dios vio la cagada que se había mandado con los humanos y se fue dejándonos solos a la deriva. Después le dimos un nombre bonito, algo así como libre albedrio —dijo.

—¿Existirá realmente un cielo donde van los justos? —pregunté.

—Mira, si existe el cielo, seguro no es como lo imaginamos. Seguro que te lo encontrás a Pedro y te dice en realidad los ángeles son todas putas dispuestas a satisfacerte.

¿Y en el caso de las mujeres?

¿Viste que a los querubines los dibujan como ángeles bebes? Bueno, se dice bebes porque tienen la chota de cuarenta centímetros y les pesa tres kilos.

Pido que me confiese una vez más antes de continuar con su relato.

<Luego conoces al creador y lo primero que te dice es que todo lo que dicen de él es mentira. Fabulas robadas de antiguas creencias mesopotámicas que a su vez se la robaron a los Atlantes.

Entonces le preguntas cómo deberías llamarlo. Él saca un petardo del tamaño de mi antebrazo y mientras se lo prende te dice: Dignity.

Pedro sigue dándote el tour por las instalaciones y te dice que te va a dar algo como regalo de bienvenida. Ahí mismo aparece un negro con una bandeja de plata y dos líneas del tamaño de las torres gemelas y dice: aquello fue una conspiración esto es una aspiración.

Enrolla dos billetes de cien y te da uno mientras esnifa con el otro al grito de “está más rica que el padre de Keith Richards

Después le pide al negro que se desnude y te pide que lo pruebes, porque en el cielo tienen gusto a chocolate.  Y como negarse, después de todo, ¿a quién mierda no le gusta el chocolate?>

—No creo que exista el cielo —le digo— Hay cosas que no terminan de convencerme.

—Quieres confesarte….

—No, no, escucha. Imagina esta situación—comienzo mi relato—

<Vas al cielo después de una larga vida de mierda. Pretendes encontrarte con todos tus seres queridos y más aún con la mujer que amaste.

Mientras haces el tour con Pedro por el lugar donde pasaras la eternidad, descubres al amor tu vida en una nube junto con el profesor de Matemáticas de tu hijo.

Ese, el mismo que te juró que no pasaba nada.

Ella, rodeada de un aura celestial, te mira con ternura y dice suavemente: “Debí decírtelo antes.”>

Miguel comienza a reírse bastante fuerte, hasta que le agarra un ataque de tos. Se aclara la garganta, se sienta en la banca, me mira y me dice:

—Sería bueno que en ese momento Pedro te diga “bienvenido al paraíso” y se descojone.

—Pero, ¿entiendes lo que te digo? No tiene sentido. O que alguien a quien amaste, como tu madre esté en el infierno porque… no sé, vendía drogas en las escuelas y tú no lo sabias.

—Mi madre fue una hija de puta.

—¿Fue? ¿Está muerta?

—Espero que sí. Voy a buscar un par de cervezas.

Me quedé solo y en silencio, recostado en uno de las bancas, mirando hacia los techos blancos de la capilla invadidos por la humedad. En el exterior las ramas de los árboles se mecían con fuerza por el viento. Esos sonidos, lejos de alterarme, me daban tranquilidad.

Unos minutos después pude escuchar los pasos de Miguel acercándose. Me incorporé pude observar como venía hacia mí con dos botellas en la mano. Se sentó en la banca que tenía delante y me ofreció una de las cervezas, la que acepté con gusto. Estaba helada, como recién sacada del congelador.

—Lee a Mateo 18… algo. —me dice y da un trago a la cerveza— Ahí dice que el que le haga daño a un niño se las verá con dios. Después escuchas que hay tantos curas pedófilos que se follan a críos y piensas… Ellos saben algo que yo no.

—¿Qué crees que saben? —pregunto.

—Que todo esto es mentira. Que no existe nada más que esto. Y eso es un puto asco.

—¿Hace cuánto eres cura Miguel?

—No lo sé. Unos diez años —da otro trago largo a la botella—

—¿Realmente crees que algo llamado dios existe o todo esto es una gran farsa?

—Lo que yo opine es irrelevante.

Miguel se levanta del banco y da un último trago vaciando la botella. Luego la toma del pico y la arroja al aire con fuerza, terminando por estallar contra el piso.

< ¿Has sentido su presencia? ¿Ha estado contigo en momentos de necesidad? Si la respuesta es sí, entonces poco importa que sea real o no. Existe.

Si tu caso es más como el mío, entonces no.

No hay amistad en quien no tiende su mano cuando estás en un pozo. No hay amor en el abrazo que te niegan cuando más lo necesitas.

¿Dios existe? No importa. Si existe, eso que existe no es mí dios.>

—¿Por qué no dejas todo esto de una vez?

—Cuando entré quería encontrármelo cara a cara y preguntarle porqué. Habiendo tantas personas en el mundo, porque me tocó a mí. Respuestas… buscaba respuestas. Después de diez años…solo estoy aquí porque se bebe buen vino.


HERMOSA ALMA DAÑADA

Cocaína Social

by Nielsen Gabrich


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