Kodokushi
Después de noventa días en aislamiento
empecé a pensar que quizás muera en esta habitación y nadie se dará cuenta.
Hasta que no abran la puerta estaré vivo y muerto a la vez. Algo así como el
puto gato de Schrödinger.
He visto demasiadas ediciones de Gran
Hermano para creer que el encierro no tiene consecuencias negativas.
Justo ayer hablaba de esto mismo con mi
gato.
Prendo la tele y uno de los mejores
conductores televisivos del país sale en un anuncio publicitario para decirme
que me quede en casa. «Para vencer al
virus hay cuidamos entre todos» es su eslogan. Luego toma su camioneta 4x4
y se va a la mansión grande y espaciosa que tiene en el campo porque la mansión
grande y espaciosa que tiene en la ciudad lo deprime.
Pobre hombre.
Escucho algo en la sala. Creo que es un
pedazo de techo que se ha caído por la humedad.
El presidente interrumpe la programación
para pedir paciencia y recordar a la población que deberíamos darle las
gracias, porque con el otro presidente estaríamos todos muertos.
Quisiera agradecerle, realmente, pero mis
ahorros se agotan y no puedo pagar siquiera el pack de esa chica que vende sus
nudes por Twitter. Esa, la rubia con buen orto.
No puedo distenderme porque hace un tiempo
que en todos los canales solo hablan del virus. Ya no hay robos, asesinatos y
los femicidios que tanto nos preocupaban ahora son cosa del pasado. Todo lo que
ocurre hoy, es culpa del virus. ¿Inflación? es por el virus. ¿Desempleo? por el
virus. ¿Hambre? El virus.
Como que esto siga así, un día vas a
encontrar a tu mujer con otro en la cama y te va a decir que es un efecto
secundario de este virus. Mira las noticias, lo ha dicho la Universidad de tu
puta madre.
Y te lo vas a creer.
Este virus ha hecho desaparecer todos los
males de nuestra sociedad, nos ha unido bajo el mismo propósito, derrotar a un
enemigo común. Hasta los políticos pareciera que quieren cuidarnos. La paz
reina en el mundo.
No sé porque, entonces, dicen que este
virus es tan malo. Ha matado a unos cuantos, claro. Pero, seamos sinceros, casi
todos estaban en lista de espera.
Creo que moriré en esta habitación y nadie
se dará cuenta.
Durante la cuarentena comencé a practicar
yoga. Pase de creer que era un virus que se había escapado de un laboratorio
chino a estar seguro que era un arma biológica norteamericana. Puede que haya
pensado también por unas horas que era parte de un plan de conquista
extraterrestre. Ahora opto por creer que es de origen natural, proveniente de
los murciélagos. Quizás fueron pagodas.
Más tarde supe que las pagodas son
edificios asiáticos de varios niveles y que el animal se llama pangolín.
Hasta hace un par de días era Ateo, luego
recé y hasta hablé con dios. Me convencí de que realmente existía y que podía
ayudar a la humanidad. Ahora creo que soy agnóstico, por lo menos por un
tiempo. Veré más tarde que opciones tengo.
Cante canciones que no me gustan, aplaudí a
gente que no conozco, llore un poco por cosas absurdamente triviales e inventé
recetas que aún no tienen nombre. A causa de ellas tengo que estar bastante por
encima de mí peso. Igual no tengo de que preocuparme, una chica en Instagram
dijo que debo aceptarme tal cual soy mientras mostraba su culo perfecto en una
playa paradisíaca.
Pase horas pelando en internet con gente
que no conozco sobre temas que no me importan y que ya no recuerdo. Pero yo
tenía razón.
Vi cantidad de películas que había visto
cantidad de veces. Series aburridísimas, hasta el último capítulo. Jugué a videojuegos porque lo recomendó la
OMS a pesar de que hace unos meses había dicho que pueden generar adicción.
Rompí algunas promesas que me hice a mí
mismo, como esa de que iba a olvidarla.
No sé si fue por el confinamiento, la
soledad o la falta de amor propio, pero volvía a ver las fotografías donde
estamos juntos.
Voy a echarle la culpa al virus.
No voy a mentirte, revivir nuestros
momentos juntos me hizo extrañarla, necesitarla de nuevo a mi lado. También me
hice una buena paja, porque las únicas fotos que conservo son las que nos
tomábamos cuando teníamos sexo.
Fue una mala idea, lo reconozco. Me hizo
sentirme angustiado y tuve una crisis emocional. Claro que todo eso fue post
eyaculación.
Pero ahora, y sin la calentura de por
medio, extraño la forma en que se transformaba su rostro cuando sonreía, el
sabor de sus labios cada vez que me daba un beso, la calidez de su cuerpo
cuando me sorprendía abrazándome por la espalda. La echo mucho de menos.
Que orto tenía la hija de puta, se me está
parando de nuevo. Porque carajo las vi, la putísima madre.
Además, quebranté el juramento que le hice
a esa gente de internet de ese grupo NoFap al que me uní, luego de que me
convencieran que no tocarme el pito me iba a dar mayor concentración, más
creatividad, e incluso éxito profesional.
Culpa del virus. Y del 5g.
Esa radiofrecuencia es la me hace hacer
cosas que no quiero.
Creo que voy a mandarle un mensaje.
<Hola. Como estás>
No quería hacerlo.
Todo esto de la conspiración es real. Un
par de Youtubers que no se si terminaron el secundario aseguraban que Bill
Gates junto a la NASA crearon el 5g para enfermarnos a todos. Hay rumores que
Elon Musk también estaría implicado.
Es hora de despertar, los reptilianos, que
son masones illuminati, nos envenenan con sus vacunas con el objetivo de
ocultar que la tierra es plana.
¿Sabías que el avión que cayó hace poco
estaba repleto de científicos que tenían la cura?
Infórmate. El alunizaje fue un montaje, el
área 51 está llena de alienígenas, el clítoris son los padres y Elvis está
vivo.
<¿Quién eres?> Me responde.
No sabe quién soy. No sólo me ha borrado de
sus contactos, sino que me ha hecho lo peor que se le puede hacer a una
persona.
Convertirla en su pasado.
Maldito virus. Maldita tecnología en
teléfonos móviles. Odio IPhone.
Ellos son los culpables, aunque tenga un
Samsung de los baratos.
Al fin y al cabo, todo es una historia de
amor. La vida es una puta historia de amor. De esas de mierda, que no acaba
bien.
Cabían dos en esa tabla, Rose. Terrible
hija de puta.
Creo que moriré en esta habitación y nadie
se dará cuenta.
También asistí a un par de clases virtuales
de un curso de ya dejé y del que no aprendí nada.
Me gusta esto de estudiar on line. Al parecer ya no afecta al aprendizaje
los tatuajes, piercing o el pelo largo como me habían hecho creer cuando iba al
colegio.
Intenté aprender un nuevo idioma, aunque
todavía no domino bien mi lengua nativa. Decir que sabes algo del extranjero
queda guay.
Vi un poco de porno gay para sentirme un
poco más progresista, porque estoy angustiado desde que un tuitero dijo que soy
un transfóbico asqueroso si no me acuesto con una chica trans.
Quizás cuando acabe todo esto debería
probar.
Estoy un poco cansado, pero creo que todos
estamos iguales. Desesperados por demostrar que no estamos tirados en su sillón
rascándonos los huevos.
Nadie pregunta, pero aun así necesitamos
decir que hicimos algo útil, para no sentir que estamos desperdiciando el
tiempo. Como si tirarme en la cama a ver Los Simpson mientras como cheetos no
tuviera el mismo valor que sentarme a leer la colección completa de “El Señor
de los Anillos” o “Juego de Tronos”
Llenamos el vacío con montones de
actividades inútiles para intentar aplacar, de algún modo, la angustia, la ansiedad,
la incertidumbre y el dolor que nos genera el cautiverio.
Quizás muera en esta habitación y nadie se
dará cuenta.
Cuando me aburro de intentar ser novedoso
me siento nuevamente a ver la tele. Todo es un círculo en que las cosas se
repiten una y otra vez como en esa serie que vi en Netflix.
Mientras hago zapping descubro un canal de
noticias donde una morocha con unos pechos increíbles me instruye sobre el
desequilibrio bursátil en la bolsa de Kuala Lumpur y me explica por qué, debido
a ello, mañana seré aún más pobre.
El presidente irrumpe en la transmisión una
vez más y dice en primerísimo plano que acate la cuarentena, que no sea hijo de
puta y piense en los demás.
Casi escupe a la cámara cuando me recuerda
que hay un virus allá afuera con una baja tasa de mortalidad que puede matarme
a mí y a todos los que conozco.
Mis ojos se llenan de lágrimas, el hombre
tiene razón. Debemos quedarnos en casa y morir de otra cosa, como de depresión,
por ejemplo.
Puede ser también por hambre o por estrés,
no lo sé. Ponte creativo.
Hay que ser solidarios.
Los hospitales están están abocados a contener esta pandemia, no vayas a joder
con tus malestares de mierda. Esos que no son tendencia en las redes.
Si nadie puso un
hashtag con el nombre de lo que padeces no estás enfermo en realidad.
Esta es la nueva medicina. Hoy todos los
profesionales de la salud están ocupados con la influenza influencer.
Vuelve el programa de noticias que está
emitiendo un informe que muestra como la gente necesitada rompe la cuarentena para
ir a ganar lo suficiente como para poner un plato de comida en la mesa de su
familia.
Que insensibles, nos exponen a todos digo
mientras subo un poco la calefacción. Hace mucho frío afuera.
Ellos no son héroes como yo.
Apagué la televisión y tomé uno de mis
libros.
Luego de leer cinco páginas de Nietzsche
creo que soy nihilista. Voy a poner en todos mis perfiles una frase profunda,
para que la gente vea ese rasgo que es, desde hoy, característico de mi
personalidad.
“La
esperanza es el peor de los males” Perfecto.
Quizás muera en esta habitación y nadie se
dará cuenta. Otra de tantas personas que viven solas, mueren solas y nadie se
da cuenta.
Una estadística. Los efectos secundarios de
la cuarentena, esos que vienen en el prospecto con letras pequeñas dentro de la
caja de medicamentos y que nunca lees, porque siempre piensas que el remedio
combatirá la enfermedad sin consecuencias.
Creo que puedo decir que tengo más miedo al
aislamiento que la enfermedad. Eso hace que me replantee algunas cosas.
No sé si quiero que el gobierno me cuide.
No así. No sé si quiero que mañana con ese argumento paternalista que nunca
tuvo mí padre venga a ponerme cámaras hasta en el culo. Un chip en el brazo.
Una poronga en la boca para verme sonreír.
No sé si quiero dar mi libertad a cambio de
protección. Soy de esos que piensan que hay cosas que no son negociables.
Por eso creo que voy a salir a la calle, a
violar el toque de queda.
Eso sí, con barbijo y respetando el
distanciamiento social.
(Porque en el fondo soy otro imbécil.)
KODOKUSHI
Kodokushi
by Nielsen Gabrich
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