Quedarme en Casa

 Diez de la mañana.

Hoy es un día de esos en que mi voz interior me repite como si de un mantra se tratase, “Era paja, helado y Netflix”

—¿Pedimos desayuno? —Pregunta la chica a mi lado en la cama.

Quiero irme a mi casa, te juro.

—Dale, pidamos café con facturas —insiste.

Me lo merezco, por ser un calentón de mierda. Quien me mando a darle corazoncito en Tinder, a hablarle cuando hicimos match. A insistirle para que nos veamos, aunque haya elegido un lugar que me queda en la loma del orto.

Ahora a no chistar. Cómprale medialunas a la gorda, te tomas el café de mierda y cuando te pida un polvo mañanero le decís que el café te dio cargadera.

Con suerte no me llama de nuevo.

La putísima madre, se me está poniendo dura. Es una de esas erecciones matutinas incontrolables que hasta duelen de lo tiesa que está y la gorda, en vez de hacer algo con esto, se pone a ver el noticiero. Han muerto cien niños en un atentado en que tetas tiene la gorda esta.

—Quiero ver el pronóstico —dice— me parece que está haciendo frío afuera.

Vos estás protegida con toda esa grasa —pienso— como un puto oso polar.

Tomo el teléfono de la habitación y presiono el botón que llama al servicio de cuarto. Pido el desayuno para dos mientras me toco el miembro aún erguido con la intención de que me vea, para ver si se tentaba, pero no.

Que buen culo tiene la gorda esta, loco. Y esos labios gruesos y rojos, que linda boca de petera. Se me hace agua la chota.

Cuelgo y me le acerco despacio. Comienzo a besarle el cuello mientras mis manos se deslizan por sus pechos. Comienzo a bajar lentamente mientras recorro con mi lengua todo su cuerpo.

—Ahora no… no me gusta a la mañana.

¡Pero qué gorda de mierda! Paga vos todo este polvo ahora. Las birras que nos tomamos anoche, esas papas del orto con chédar que tanto te gustan. El taxi hasta el hotel, este cuarto de mierda, el agua que me pediste porque te dio sed. ¡Toma del grifo hija de puta! Y ahora, para colmo, el puto desayuno de mierda.

Era paja, helado y Netflix… Por qué no me quede en mi casa, macho.

La próxima vez que tenga ganas de ponerla me pago una buena puta VIP que me sale más barato. Me hecho un polvo y a esta hora estoy en mi casa viendo los Simpson. O me compro una de esas muñecas de plástico que se inflan y se terminó el problema.

Quien carajo me manda a mí a estar toda la noche con esta gorda que no vale dos mangos, esperarla a que acabe y encima comprarle facturas para que coma.

Un timbre resuena en la habitación como señal de que el desayuno que pedí está en la puerta de entrada.

Me levanté sólo con el bóxer para que ella pudiera apreciar mi evidente erección que se negaba a marcharse. Tomo la bandeja y la llevo a la cama. Dos cafés con leche grandes y seis facturas.

Tiene buena pinta.

Sobre la mesa de luz tiene la flor que le regalé. Se la compré a uno de esos villeros que las vendía en la puerta del bar donde fuimos. Un huevo me costó esa mierda, todo para hacerme el romántico. Un tarado, todo al pedo macho.

Era paja, helado y Netflix.

El noticiero sigue en la televisión. Afuera —dice el conductor— hace cinco grados de temperatura y, al parecer, llovizna.

Dale gorda, termina el café que me quiero ir. Apura la medialuna, limpiaste el cacho de masa que te quedó en la comisura de la boca.

¿Esto sí te gusta a la mañana no? Dale mandate otra. Golosa. Insaciable.

—¿No te querés echar un polvo? —Le pregunto seriamente y con un poco de fastidio—

Ya no es tanto la calentura sino también una forma de amortizar el dinero invertido en la noche. Con lo que gasté por un solo polvo las cuentas no me cierran ni en pedo.

No te enojes, pero me parece que el café me cayó un poco mal. Voy al baño un momento —Contesta.

¡Pero la puta que te pario! Era paja, helado y Netflix.

Cuando salió del baño ya estaba totalmente vestida. Por supuesto que no le dije nada, me vestí yo también, casi en silencio y nos fuimos de ese hotel de mierda.

Esperé un par de días, pero no recibí siquiera un mísero mensaje de ella. Cuando quise enviarle uno, me había bloqueado. 

Hoy tenía ganas de salir, pero decidí quedarme en casa y relajarme. Compré medio quilo de helado de chocolate, dulce de leche y menta granizada. Creo que voy a ver una película en Netflix, una de esas de superhéroes.

Si, menta granizada, la concha de tu madre.

Estaba linda la gorda, la puta que me parió.

 

 

 QUEDARME EN CASA

Cocaína Social

by Nielsen Gabrich

 


 

 

 

 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La Nada mas Grande de Todos los Tiempos

Quien Creen que Eres

Suicidio