Se Amable

No hay día que no piense en la muerte. Que no considere el abuso de pastillas como una opción válida para atravesar este momento.

El fin de un siclo, el último capítulo de una serie de mierda.

Sólo he existido, nada peculiar.

Como cada mañana que entro a mi trabajo, Peter, mi compañero, está parado en una esquina con una mano en el bolsillo y sosteniendo su café humeante con la otra, esperando para saludarme.

—¿Cómo estás Peter? —Me dice al verme.

Todas las noches cuando cierro los ojos tengo la esperanza de no abrirlos al día siguiente.

—Estupendo ¿y tú Peter? —Contesto sonriente.

Peter se sienta dos escritorios delante de mí, en una interminable fila de monos obedientes, vestidos de oficinistas que teclean incansablemente, con miradas perdidas en las pantallas de su ordenador.

El teorema del mono infinito afirma que un mono tecleando teclas al azar, durante un período de tiempo infinito, puede escribir cualquier obra de Shakespeare.

Eso demuestra que somos genios potenciales, solo nos falta tiempo.

Nuestro vello corporal ha evolucionado en trajes y camisas de precios módicos y las ramas de árbol son ahora sillas reclinables.

La tasa que Peter mi compañero sostiene tiene un dibujo de un niño y la frase “El mejor papá del mundo” que cambia de color según la temperatura del líquido que contenga.

Quizás lleve a su muchacho los sábados a practicar algún deporte y aplauda su esfuerzo a pesar de que sepa que es pésimo.

Para él esto es más que su trabajo, es una especie de religión. Y como tal hará cualquier cosa por ascender a los cielos, aunque estos estén en el piso once.

Por eso cuando el jefe visita nuestras jaulas, Peter se abalanza sobre él para mostrarle una foto de su familia en la playa y le cuenta que durante sus vacaciones pensó en él. Aun cuando asoleaba su culo en la arena. Aun cuando le hacía el amor a su esposa. Aun cuando ayudaba al tarado de su hijo a atarse los cordones.

Ese es su camino al cielo. El paraíso es un ascenso una oficina más grande, una secretaria que la chupe mejor que su esposa o un secretario bien dotado que explore lugares que él no llega con los dedos.

Hará cualquier cosa por estar más cerca de su dios. Él también es un creyente que desea alcanzar la santidad y para ello flagela su cuerpo y su mente no con látigos y espuelas sino con interminables jornadas laborales.

Y lo hace sonriente.

Es el conejo detrás de la zanahoria. Y esa zanahoria es la esperanza. La esperanza de dejar de ser un conejo y convertirse en lobo.

Por supuesto que no todos lo consiguen y algunos quedan a mitad de camino. Puedes verlos a diario marchitarse. Sumergidos en el bucle infinito de la rutina que le es imposible salir.

Se les cae el pelo, los dientes, los ojos, la polla y mueren lentamente. Puedes sentir su desesperación, oler su tristeza.

Observas como se ahogan en un mar de mediocridad y no puedes hacer nada para salvarlos. También yo voy camino a ello.

Es como si navegara en una balsa rumbo a una cascada. Está frente a mí, veo cómo me acerco lentamente hacia ella, pero, aunque intento remar, no puedo apartarte de mi destino.

Muchos se cuelgan o se vuelan la cabeza. Los que llegan a viejos terminan en un apartamento con dos gatos, subsistiendo con una puta pensión que sólo les alcanzará para pagar los remedios del dolor de culo que les dio estar doce horas por día haciendo lo que mierda sea que hagan.

Si no me muero antes, voy a comprarme dos mininos y les pondré Michi y Fus.

—¿Podríamos pescar este domingo? —dice Peter, mi compañero.

No quiero pescar me aburre y me aburres tú. Te odio y odio todo este maldito sistema que me condena a llevar una existencia vacía y sin alma, solo por necesitar cubrir algunas necesidades básicas. Te detesto, me das mucho asco.

—Buena idea. —respondo.

Peter sigue hablando, pero ya no lo escucho. Seguramente me estará contando sobre la vez que vio a uno de los gerentes meando en el baño de empleados o alguno de sus tantos chistes sin gracia.

—Jefe, ¿puedo salir dos horas antes? Mi mujer quiere que le acompañe a hacer unas compras –De ninguna manera –Gracias jefe, yo sabía que usted no me iba a defraudar.

JAJAJAJAJAJA.

Peter suelta una carcajada como si realmente hubiera sido bueno. De su tasa sigue saliendo vapor.

Lo miro y le sonrío. Que risa, carajo.

Mis manos se mueven en el teclado y golpean cada vez con mayor fuerza la barra espaciadora. Sé que no se romperá, los que la diseñan tienen en cuenta el nivel de frustración que descargas cada vez que separas una palabra de la otra.

La cabeza empieza a dolerme y no son siquiera las diez de la mañana. Creo que es por el horrible perfume que le regaló la esposa de Peter en su cumpleaños. Espero que lo haya elegido el que se la folla y en este momento estén los dos descojonados de risa mientras se echan un polvazo.

El teléfono suena. Mi cabeza duele aún más. Es uno de nuestros clientes que me manda a tomar por el culo al mismo tiempo que me llega un correo electrónico de alguien que hace referencia a algunos orificios de mi señora madre.

Hago exactamente lo que indican las normas de la empresa. Primero sonrío, aunque no haya físicamente nadie que pueda verlo. Luego le brindo un trato cordial. Afable, pero respetuoso.

Debo recordar que están grabando todas mis conversaciones, revisando todo mi correo con el único fin de brindar un servicio de calidad.

Las reglas también indican que debo ser amable, pero tratarlo con distancia. Cuando exista algún problema, siempre hay que actuar con serenidad, y nunca contradecir al cliente. Mucho menos indicarle qué parte de mi cuerpo pueden introducirse por el culo ni hacer alusión a cuánto le gusta a su mujer el tamaño de mi polla.

Está prohibido llamar a un consumidor por el nombre de pila. Siempre debemos dirigirnos por cortesía como “Señor”, “Señora” o por su apellido. Jamás debemos decirles “Cara de Pene”, “Retrasado” o hacer alusión a alguna característica física como “Gordo de Mierda”.

Hay gente que se ofende con facilidad y puede ocasionarnos problemas. 

Cuelgo.

Mi corazón avisa que está próximo al infarto.

Aun así, debo agradecer tener este empleo, porque a mis espaldas hay una fila interminable de monos que harían lo mismo por la mitad de mi salario.

Hazme caso, cuando tengas un problema no te descargues con los empleados. Están ahí muchas veces por el mínimo, aceptando la explotación que reciben solo porque tienen la mala costumbre de llevarse algo de comida a la boca.

El responsable de que tu lavarropas no funcione, o de que tu dildo no haya llegado en la fecha convenida, no es quien está tomando tu reclamo.

Quien está escuchando tus mierdas ha sido puesto ahí por alguien que no quiere soportar tus putas quejas, que seguramente te detesta y lo único que desea es contar los billetes que le das sin oír lo que tengas que decir.

Se amable.

Mi madre decía que debo ver el lado positivo de las cosas, por lo menos tengo trabajo. Hay gente en África que muere de hambre. Mi padre nunca me dio un buen consejo, ni siquiera me enseñó a ponerme bien un condón.

Quizás ni él lo sabía, por eso es que estoy hoy aquí.

Peter se va hacia su celda, mientas yo sigo haciendo lo mismo que haré mañana y pasado. La luz de la pantalla golpea mi rostro mientras me pregunto ¿Hasta cuándo?, aunque ya se la respuesta.

Todos aquí lo sabemos, aunque lo disimulemos tras una sonrisa cada mañana de mierda.

A veces las personas tienen la mala costumbre de preguntar de que trabajo, como si fuera algo que deben saber.

Seguramente lo has hecho también, en más de una oportunidad.

Trabajo de lo mismo que tú y que tu colega. Me empleo en lo que tu padre y en lo que trabajarán tus hijos si corren nuestra suerte.

Soy una estadística. Un hombre blanco que cobra el salario mínimo. De edad madura, pudriéndose.

Alguien insignificante, intrascendente. Uno de los millones de Peters que ves a diario caminar por las calles. Me conoces, nos conoces a todos. No sabes nuestros nombres, pero si a que nos dedicamos, para lo que te somos útiles.

Reparamos tu auto, vendemos tu seguro, atendemos tus reclamos, te recomendamos esa crema para las hemorroides que tan bien te ha hecho.

Somos alguien como tú, aunque creas que eres distinto.

Se amable.

Cuando eres amable con uno de nosotros lo estas siendo también contigo.

Lo demás no importa.

Ahora, debo seguir haciendo mi trabajo, que consiste en lo mismo que hace la gran mayoría. Hacerle ganar dinero a alguien más.

Y debo ser agradecido por tener esta oportunidad.

Si nunca has pensado seriamente en el suicidio, no has apreciado realmente la vida.

 

SE AMABLE

Cocaína Social

by Nielsen Gabrich


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